Habilitando el desarrollo con decisiones radicales

No podemos desconocer el impacto que ha tenido la internet en nuestras vidas y nuestros trabajos. Ya va siendo hora que empiece a tener un impacto importante en la vida de la mayoría, generando un desarrollo vertiginoso y sostenido.  

 

No podemos desconocer el impacto que ha tenido la Internet y sus tecnologías en la medida que se han venido desarrollando. El correo electrónico era una herramienta para unos pocos, y hoy quien lo desee tiene su correo electrónico, indistinto del dispositivo que use para accederlo.

Igualmente se han ido desarrollando otras funciones como las búsquedas, la cantidad de información disponible hoy sobre la red, esquemas de conectividad no solo de contenidos sino de personas a través de las redes sociales, y la explosión en la participación de todo quien lo desee, en el aporte de contenido para consulta y consumo de otros.

Estos avances, si bien altamente impactantes a nivel personal, en lo colectivo todavía nos falta mucho por avanzar para generar un verdadero impacto, así como los acueductos generan bienestar en una comunidad, o una nueva carretera pavimentada, o la construcción de un nuevo colegio, o un hospital. Signos todos estos de desarrollo, de mejor estar.

En este nivel, todavía no tenemos más que algunos ejemplos, todos muy buenos y de altísimo impacto, pero extremadamente puntual. Dos o tres aulas en lugares deprimidos económicamente de donde se genera la consecución de recursos de apoyo a la comunidad. Pequeños grupos de ambientalistas utilizando las redes para generar conciencia sobre la conservación del medio ambiente.

¿Qué nos falta para aplicar tecnologías que generen un impacto importante y permita que nuestros países pasen rápidamente del “subdesarrollo” al “desarrollo”, así sea en algunas de las aéreas de aplicación?

La tecnología ya está lista, madura, y ha probado su efectividad en experimentos puntuales y usos en la vida real de menor escala. También está lista, por diseño, para ser escalada y aplicada en grandes proporciones.

Podríamos analizar la educación como uno de estas aéreas de aplicación. Hay cifras del WorldFund que hacen claridad sobre la brecha que existe en la educación en los países de América Latina, sin embargo, no es menester de este artículo analizar esta brecha, sino hacer un ejercicio mental para sugerir una posible solución.

La educación tiene un componente importante, por lo menos en su forma tradicional: la asistencia a una institución física para aprender de quienes están en la institución. Este componente, se me ocurre, podría ser el mayor inconveniente para que todo el mundo estuviera educado hoy. Se requeriría una altísima inversión en escuelas, maestros, y todo lo que esto implica a su alrededor.

Tenemos, a manera de ejemplo, cómo aplicar las tecnologías de internet, en la generación de cursos completos (cuyos contenidos ya están desarrollados por miles y miles de maestros en cada curso que se dicta en el mundo físico hoy), sin necesidad de crear escuelas, dando acceso a los alumnos a través de elementos de conectividad.

Se requieren algunos cambios, obviamente. Uno de ellos es en el contenido mismo y en su adecuación para un sistema de construcción de conocimiento, y no en uno de transmisión, como aprendimos muchos de nosotros, que simplemente anotábamos lo que el profesor nos contaba. Hoy la información está disponible, y la tarea es ayudarle al alumno a analizarla, y formar su propia conclusión con base en este análisis.

Otro cambio es en el esquema que permita certificar o validar que la persona ha adquirido las competencias de manera virtual. En días pasados discutíamos con otros colegas la posibilidad de tener centros donde las personas pueden ir a tomar los exámenes, sin embargo esto nos “devuelve” al problema de la infraestructura física. También surge la inquietud sobre si esta no será otra de esos impedimentos para el avance. Así como la asistencia a la institución física puede dejar de ser requisito, ¿no será que el esquema evaluativo se puede hacer estilo “certificación”, solo pasando unos exámenes al final de la formación?

Ya tenemos una conectividad importante, y con el avance de las tecnologías de comunicación, en especial las redes celulares, se ha reducido mucho los impedimentos que por topografías o “economías” impedían llegar a todos los rincones. Inclusive el desarrollo de PC’s por debajo de 100 dólares americanos facilitan esta tarea, pero todavía se supone que el alumno deba llevar este dispositivo al aula física.

De igual manera, las plataformas para educación virtual, o e-learning, ya están bastante maduras y desarrolladas.. Si se pueden dictar maestrías a través de las mismas, y certificar a quienes toman estos cursos virtuales, ¿por qué no se podrá hacer lo mismo con la educación básica?

Habrá que formar al nuevo maestro, que ahora será tutor, estructurar unos contenidos de altísima calidad, que replicados entre miles o millones de alumnos, el costo de desarrollo es despreciable, y generar conciencia en los gobiernos que invertir en la educación ya no necesariamente es tan costoso como antes.

Así como la educación, podríamos avanzar en temas de salud, cultura, innovación, y tantos otros ámbitos en los cuales los “países en desarrollo” tenemos una brecha importante. ¿Qué nos falta entonces?

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